Acá el silencio se convierte en sonido, no vale el tiempo pero valen las memorias. No se cuentan los segundos, se cuentan historias.
Hablar de caballerosidad es cómo hablar de algo utópico o efímero. Es algo poco cotidiano, poco usual, pero muy requerido. Si la caballerosidad se vendiera como un producto más, sería tan rentable como vender flores el día de San Valentín. Si la caballerosidad fuera un remedio, sería el más adquirido por las mujeres para sus maridos. Si la caballerosidad fuera un hombre, sería el más deseado.
No es que la mujer exija que el hombre la pase a buscar a su casa, invite la cena y le regale un oso de peluche o un collar de brillantes. Si eso piensan, se equivocan. Vivimos en el siglo XXI y esas cosas quedaron en las películas. Hoy en día las mujeres son más independientes y con una vida activa. Lo único que no puede negarse ninguna mujer, es a recibir un pequeño detalle, un gesto, algo mínimo que despierte interés desde el otro lado. Esa es la nueva caballerosidad que vale mucho, que saca una sonrisa y llegan a enamorar.