La realidad les cayó como lluvia del cielo en un día de pleno sol, pero más de golpe. Como un zarandeo de parte de alguien que les gritaba en la cara "Despierten, y miren a lo que llegaron!". Tantas idas y venidas; tantas contradicciones entre el sí y el no; tantas peleas absurdas y situaciones que dejaban que fueran más importantes que sus propios sentimientos. Es que la verdad no hay otra, sino una sola, que se quieren y deben estar juntos por el resto de su vida. Ésa era la parte de la respuesta, esa que por mucho tiempo buscaron sin importancia, pero que estaba ahí ante sus vidas. Fue como un disparo en plena frente, o peor aún, en el centro del corazón donde más duelen las despedidas. Y después de haberse herido mutuamente, sólo bastó mirarse a los ojos para reconocer que no todo estaba perdido; que aún tenían tiempo de reparar y seguir queriéndose como antes; y más, y mejor.
Porque era la última oportunidad de amarse de verdad.
